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jueves, 21 de octubre de 2010

EL BAUTISMO Y EL TABERNÁCULO.


El polvo del camino
El que ya se ha bañado no necesita lavarse más que 

los pies (Juan 13: 10).

EN EL NUEVO TESTAMENTO, el bautismo es símbolo
 de purificación. La limpiezaespiritual caracteriza la
 vida del nuevo creyente. La «fuente» del bautismo
 representa el lavamiento de nuestros pecados por la 
fe en la sangre derramada de Cristo
.
La segunda ceremonia en el Nuevo Testamento que se
 relaciona con el significado de la fuente de bronce, es
 la del rito de humildad. Vamos a leerlo: «Cuando llegó
 a Simón Pedro, este le dijo: “¿Y tú, Señor, me vas a
lavar los pies a mí?” “Ahora no entiendes lo que estoy
 haciendo —le respondió Jesús—, pero lo entenderás
más tarde”. “¡No! —Protestó Pedro—. ¡Jamás me
 lavarás los pies!” “Si no te los lavo, no tendrás parte
 conmigo.” “Entonces, Señor, ¡no solo los pies sino
 también las manos y la cabeza!” “El que ya se ha
 bañado no necesita lavarse más que los pies —le
 contestó Jesús—; pues ya todo su cuerpo está limpio
. Y ustedes ya están limpios, aunque no todos”» (Juan
 13: 6-10).


Por medio de esa ceremonia, Jesús enfatizó la
 necesidad de la pureza para relacionarnos con él. No 
necesitamos ser puros para ir a él. Pero eso, nos pu
 rifica. No podemos participar en su comunión a
 menos que estemos limpios. Así como los adoradores
 del santuario debían estar limpios para presentarse an
 te Dios, del mismo modo hoy no podemos tener
 comunión con Cristo á menos que estemos limpios
 del polvo del camino de la vida. Aun cuando ya hemos
 dado el paso del bautismo y hemos limpiado nuestra
 vida pasada, todavía se ensucia por el diario trato con
 la contaminación del mal que nos rodea. Es necesaria
 el agua del lebrillo para estar nuevamente limpios.
 Jesús se lo dijo claro a Pedro: «Si no te los lavo, no
 tendrás parte conmigo».


El servicio del lavamiento de los pies es una ceremonia
 que expresa algo que ya sucedió en nosotros. Si esto 
no es una realidad, el lavamiento de los pies es un
 acto engañoso que no tiene ningún valor

El pan de la Presencia
«Sobre la mesa pondrás el pan de la Presencia, para
 que esté ante mí siempre» (Éxodo 25: 30).

AL SANTUARIO se lo conoce también con el nombre de
 tabernáculo. Este término significa tienda o morada.
 Dios ordenó a Moisés que hiciera un santuario porque
 quería morar con su pueblo. Así que el santuario era 
la tienda de Dios, la morada del Altísimo en la tierra.

 La forma como estaba distribuido el santuario también
 señala en estadirección. La primera parte, o lugar 
santo, era una especie de estancia. Allí estaban los
 muebles regulares de una habitación: Mesa para la
 comida, candelabro para la iluminación, y altar de
 incienso para perfumar el ambiente. Más allá se 
hallaba el lugar santísimo, donde estaba la alcoba, por
 decirlo así. Allí estaba el arca del pac to que contenía
 las dos tablas de piedra con las bases del pacto. Allí 
se manifestaba la shekina, o presencia de Dios.
  
Por eso se la llama el tabernáculo, por que era la morada
 de Dios con su pueblo, un símbolo de su presencia.


Dios le dio instrucciones a Moisés: «Coloca la mesa
 fuera de la cortina, en el lado norte del santuario»
 (Éxo. 26: 35). A la derecha de la entrada esta ba la
 mesa de los panes. Dios no necesitaba esto, porque
 no come pan, pero era un símbolo apropiado de su
 presencia. El procedimiento era que: «Sobre esta
 mesa los sacerdotes debían poner cada sábado doce
 panes, arreglados en dos pilas y rociados con 
incienso. Por ser santos, los panes que se quitaban,
 debían ser comidos por los sacerdotes» (Patriarcas y
 profetas, p. 359). Cada uno era hecho con casi dos
kilos y medio de harina. Eran, pues, de buen tamaño.


 Los sacerdotes que se retiraban del servicio en el 
santuario, quitaban el pan de la mesa; y los 
sacerdotes que comenzaban a servir, colocaban el pan
 fresco. Sobre la mesa también había otros utensilios,
 lo que llamaría mos cubiertos: «Los utensilios para la 
mesa, y sus platos, bandejas, tazones, y jarras para
 derramar las ofrendas de libación, los hizo de oro
 puro» (Éxo. 37: 16).

Que Dios te bendiga,